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¿Quién debe cumplir mis sueños sobre una familia perfecta?

Posted By Татьяна Стешко On 17/05/2013 @ 05:16 In About Woman,Articles in other languages | Comments Disabled

 

A medida que una niña vaya creciendo, los cuentos e historias provocan en su cabeza sueños y fantasías sobre su futura familia. Muchos juegos de las niñas de algún modo están relacionados con este tema. Ellas intentan adivinar el nombre de su futuro marido, cuántos hijos van a tener y si van a ser niños o niñas. Hasta piensan en sus nombres o su carácter. Juegan a las “relaciones familiares”, y en sus fantasías aparecen la boda, una cena de familia, trabajo, niños, la vida cotidiana…. Son juegos habituales de casi cualquier niña.

 

Pasan los años y sus sueños van a más. A la niña ya no le basta ponerse una cortina o la ropa de su madre el día de su boda, sino sueña con el vestido más lujoso de la última colección. Quiere tener su chalé fuera de la ciudad y una casa grande. Quiere recibir regalos y cumplidos de su marido.  Y el regalo debe ser de al menos un quilate…

Parte de sus fantasías  infantiles la mujer las transforma en las exigencias hacia su marido: “Que no beba, no fume y que siempre me regale flores…”. Y va poniendo metas en su vida: su propia casa, sus hijos, las vacaciones y un vestido de boda. Y luego se pone a esperar a que todo eso se cumpla.

 

Siguen pasando los años. Y después de diez años del matrimonio esta mujer se siente totalmente frustrada. El sueño no se ha cumplido. Para nada. Cero. Este sueño mejor lo tiro a la basura. Hombres como he soñado no existen. No existen familias como he soñado. Los cuentos tampoco. No me ha salido nada como yo deseaba.

Y ante esa mujer aparece un dilema. Empezarlo todo desde cero, porque la primera experiencia siempre es dolorosa. Porque este cuento ha sido falso, no fue el príncipe, sino su caballo que ha llegado un poco antes. Pero con otro hombre y en otro lugar, todo me va a salir como yo quiero.

La otra variante es menos atractiva: me quedo dónde estoy y me resigno a no ser feliz nunca, ni ahora ni en el futuro. Seguiré yendo al trabajo, cocinando para un hombre al que no tengo ganas de ver, visitando a su madre en las fiestas….

Lo más probable es que crea en un milagro. Una nueva oportunidad. ¡Somos niñas! Queremos crear nuestro propio cuento. Según las estadísticas, el 70% de las personas que inician un divorcio son mujeres. Supongo que el 30% restante son también las mujeres que quieren lo mismo, pero no lo pueden decir en voz alta.

¿Va a conseguir la felicidad de esta manera? Puede que sí, pero hay pocas probabilidades. Los Vedas dicen que nuestras aspiraciones se agotan cada vez más rápido y que en nuevas relaciones la crisis va a llegar aún antes. Casi siempre nuestra pareja actual tiene algo en común con la anterior. A veces sólo por la apariencia física, pero más a menudo por su carácter y forma de ser. Y eso significa que llegaremos a la  misma situación no en diez años, sino en cinco. Como el nivel de exigencia de nuestras aspiraciones va bajando, pueden surgir problemas adicionales. Por ejemplo, si el primer marido no ha bebido, el segundo puede empezar a hacerlo. Si el primero no le engañaba, existen todas las probabilidades de que lo haga el segundo…

Entonces, ¿vale la pena salir del fuego para caer en las brasas? ¿Por qué lo hacemos? Por nuestro sueño, ¿verdad?

Y entonces surge la pregunta correcta. Este es mi sueño, me lo he pensado y me lo he inventado yo. Y ahora intento alcanzarlo. Pero, ¿qué hago para que se cumpla? Intento cuadrarlo con mi marido. Le obligo a decirme las palabras que quiero, a hacerme regalos que quiero, a que pasemos el tiempo juntos como yo quiero. Todo como está en mi sueño.

Es decir, el hecho de que se cumpla mi sueño depende de mi marido. Debe convertirse en mi Papá Noel privado que me lo trae todo. Y yo estaré aquí, esperando que, por fin, suceda este milagro.

 

Pero, ¿cuál es la posibilidad de que mis deseos se cumplan sin que yo no haga nada para ello?  ¿Y por qué yo no hago nada?

Esta es la pregunta y a la vez la respuesta más importante. Si mi familia es mi sueño (y no puede ser de otra manera, porque es el ámbito femenino), ¿por qué no hago nada para que sea mejor?

En realidad, hacemos muchas cosas cada día. Así es la naturaleza de la mujer: siempre hacemos algo, y no siempre es lo que es necesario. Pero, ¿cuál de las cosas que hago cada día me acerca a mi sueño?

Os cuento la historia de una conocida mía. Ella tenía muchas ganas de cambiar las relaciones con su marido. En aquel entonces él casi no aparecía en casa, mostraba indiferencia hacia sus hijos y no se hablaban nada.

Al principio ella decidió que tenía que estar más sexy para que su marido volviera a casa. Recordó la atracción que sentían el uno por el otro cuando eran jóvenes y tomó medidas drásticas: se compró ropa interior sexy y a los hijos los mandó a la casa de su abuela. Vestida sólo con la ropa interior, le recibía a su marido recién llegado del trabajo y casi a la fuerza le llevaba a la cama. El marido se quedaba pasmado. Por un lado, se sentía halagado por esa atención, pero, por otro, en cuatro días se sintió agobiado.

 

Y al quinto día no vino a casa por la noche. Su mujer tuvo un shock. ¡Cómo es posible eso, si todo el mundo dice que lo principal en cualquier relación es el sexo! ¡Si le satisfaces sexualmente, va a ir corriendo a casa!

El marido volvió a condición de que ella deje el terrorismo sexual y ella tuvo que rendirse. Pero seguía presente la cuestión de que si se puede cambiar algo en sus relaciones.  

En aquel momento, casualmente vio una conferencia sobre la cultura védica. Fue una conferencia simple que trataba sobre la gastronomía y de que un marido vuelve del trabajo a casa con muchas ganas si le espera una cena preparada con amor.

Es decir, no una cena simple habitual, hecha deprisa de productos prefabricados. No una comida estándar de cada día preparada por una mujer enfadada o infeliz. Sino una cena de verdad, la que lleva el amor dentro.

Ella seguía de vacaciones y tenía tiempo para los experimentos. Todo el día intentaba sintonizarse con el amor. No le salía, tenía un montón de pensamientos en la cabeza: ojalá no se vaya; que me deje en paz de una vez;  no me va a querer nadie así como soy; da igual, yo podré con todo sola…

No había ni un solo pensamiento de amor. Entonces sacó su primer álbum de fotos. Lo hojeaba recordando el primer encuentro con su marido. Qué torpe y gracioso era. Qué emocionado estaba y cómo se ponía rojo todo el rato. Se puso su mejor camisa para llevarla a un restaurante de lujo el día de su primera cita y no comía nada porque tenía miedo de no poder pagarlo. Pero a ella le pidió todo lo que quería.

Recordaba con qué ternura la cuidaba cuando nació su primer hijo, como fregaba la vajilla por la noche para que ella pudiera dormir…

Así pasó varias horas llorando y sintiendo la luz que llenaba su corazón. Quedaba una hora hasta la llegada de su  marido. ¿Qué le cocino?

De repente se acordó de que a su marido le volvían loco el pelmeni casero y cuánto se alegraba cuando lo preparaba ella. Hacía mucho que lo compraba en el supermercado, porque era lo mismo, ¡estaba igual! Pero aquella vez decidió intentarlo.

 

 

Llena de amor y de recuerdos, hizo varias bandejas de pelmeni. Coció una parte para la llegada de su marido y el resto lo guardó en la nevera. Vino su marido y con una cara de indiferencia se sentó a la mesa, cogió la cuchara y…algo cambió en su mirada:

–                     ¿Dónde lo has comprado?

–                     ¿Te gusta?

–                     Parece casero…

–                     Es casero. Hace mucho que no lo hacía para ti, ¿verdad?

 

El marido se quedó desconcertado, estaba sospechando alguna trampa…igual le llevaba al dormitorio otra vez. Pero no hubo trampa.  

Al día siguiente regresó a casa sin tardar. Se sintió feliz viendo que en la mesa se esperaba un plato con pelmeni. Por la mañana encontró un plato de creps para el desayuno.

Durante el fin de semana su mujer iba recordando las recetas de las empanadas de su abuela y preparaba pollo con patatas al horno… Sus hijos se quedaron sin habla al ver que la comida de su casa no era peor de la de la abuela, sino aún más rica.

 

 La comida que se prepara con amor tiene un sabor especial e incomparable. Se convierte en una “droga” para nuestro corazón, uno quiere saborearla más y más. La comida de los restaurantes y los productos prefabricados empiezan a tener un sabor de cartón…Y si, además, son platos vegetarianos y santificados, no se puede comer nada más después.

En cuanto a esta historia, lo tienen todo diferente ahora. El marido va de prisa a casa y le mima a su mujer regalándole joyas y cazuelas nuevas. Arregló la cocina (antes nunca tenía tiempo), cambió el horno, la vitrocerámica, la nevera. Y en la mesa siempre está puesto un mantel blanquísimo, con un montón de comida rica encima. Comida, hecha con amor.

¿Qué es lo que os quiero demostrar con esta historia? Que somos nosotras los que tenemos que asumir la responsabilidad por nuestros sueños. Nuestro sueño está en nuestras manos. Y somos nosotras las que decidimos qué hacemos con él: ponerle cruz y raya y vivir infelices; que lo asuma y lo cumpla nuestra pareja; o realizarlo nosotras mismas.

De acuerdo, lo último es lo más difícil. Porque ya no le puedes echar la culpa a nadie, porque eres tú la que tiene que cambiar, ser buena mujer, aprender a amar. Y con todo eso no esperar lo mismo de tu pareja.

Sí, te la juegas. No siempre tu hombre estará dispuesto a estos cambios. Si estaba cómodo viviendo sin cambios ni acercamientos, la nueva situación puede provocarle una indignación. Porque al final él también se verá obligado a cambiar o, en caso contrario, terminará vuestra relación. Pero en cualquier caso ganas. Siempre. Ganas el gordo ahora en esta relación o luego, en el futuro.

Pero a cambio, no tendrás que renunciar a tu sueño y ser víctima de tu situación. Cada vez vas a estar más y más cerca a tu sueño, ¿acaso no es maravilloso?

Olga [1] Valyaeva — valyaeva.com

 

Traducción: Alexandra Ladilova  http://www.facebook.com/alexandra.ladilova [2]


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